¿Qué son las emociones?
Hablar sobre emociones puede resultar complejo, ya que existen distintas perspectivas. Las emociones pueden definirse como: “una experiencia psicofisiológica compleja del estado mental de un individuo, interactuando con influencias bioquímicas (internas) y ambientales (externas)”. Por lo tanto, cuando hablamos de emociones, hablamos de situaciones y experiencias que puede estar viviendo una persona, la actividad cerebral, los cambios en el cuerpo que puede tener en ese momento, y los cambios que puede tener en su pensamiento y en el cómo se siente. A pesar de que las emociones desempeñan un rol muy importante, existen varias perspectivas para explicar por qué surgen y qué funciones tienen.
Existen perspectivas fisiológicas (como la teoría de James-Lange), que sugieren que los cambios en el cuerpo (por algún evento en particular) pueden llevar a una respuesta emocional. Por ejemplo, una persona comienza a temblar y a sudar, y a partir de esa respuesta fisiológica, se produce la emoción del miedo. Por lo tanto, se diría que la persona no está temblando porque tiene miedo, sino que tiene miedo porque está temblando. Otra teoría (como la de Cannon-Bard), sostiene que la actividad cerebral genera impulsos que tienen un impacto sobre el sistema nervioso autónomo, produciendo una respuesta emocional y fisiológica al mismo tiempo. Otras perspectivas, más contemporáneas y conocidas como teorías cognitivas (como las teorías de Frijda y Lazarus), proponen que los pensamientos y la actividad mental tienen un rol muy importante en las emociones.
De acuerdo con la teoría de la valoración cognitiva de las emociones (appraisal theory of emotions, en inglés), las emociones son respuestas complejas de un individuo a la valoración que hace del entorno, de acontecimientos o situaciones. Por ejemplo, un individuo podría encontrarse en una situación (como un callejón oscuro), que valora o evalúa de una cierta manera (“este lugar es peligroso”), que a su vez puede generar emociones y respuestas fisiológicas (como la emoción del miedo, sudoración, taquicardia y respiración agitada). Otro ejemplo, podría ser el de una persona que comienza a sentir una presión en el pecho, y una dificultad para respirar, y a partir de eso puede generar pensamientos, emociones y otras reacciones fisiológicas (“Me siento mal, me va a suceder algo, tengo que ir al hospital”, como consecuencia, la persona siente miedo, y comienza a temblar).
¿Es lo mismo una emoción que un sentimiento?
No. De acuerdo a la perspectiva cognitiva, se distinguen de varias maneras. Una diferencia es que la emoción surge cuando la persona está en una situación y tiene ciertos pensamientos sobre esa situación. A partir de esa emoción, pueden generarse creencias, que pueden favorecer una disposición a sentir, pensar y actuar de una cierta manera cuando la persona se encuentra en una situación parecida, o si la imagina. Cuando se generan esas creencias, se puede afirmar que la emoción se convierte en sentimiento.
Otra distinción es que la emoción es de menos duración, es más intensa y está asociada a un estímulo específico. Los sentimientos tienen una duración más prolongada y pueden estar asociados a distintos estímulos.
Por ejemplo, una pareja heterosexual llega a un restaurante a comer. Él llama al mesero y le pide lo que quiere comer y después de hacerlo, saca su teléfono y comienza a responder mensajes. Ella en ese momento piensa: “que mala onda, ni siquiera me preguntó si yo iba a ordenar algo”, y entonces se molesta. Surge una emoción (enojo), pero ella se centra en lo que va a ordenar, y comienza a platicar de algo para distraerse. Luego, ella le cuenta cómo le ha ido en el trabajo, y las situaciones que tuvo que resolver ese día. Él responde a lo que ella dice, pero sigue respondiendo mensajes en el celular. A partir de esa situación, ella se enoja otra vez, y supone: “no le interesa platicar conmigo, tiene otras prioridades y cosas más importantes que yo”. Durante el resto del mes, suceden cosas parecidas, y ella comienza a tener pensamientos como “es desconsiderado y egoísta”. Como consecuencia, ella siente resentimiento hacia su pareja.
A partir de este ejemplo se pueden diferenciar los momentos específicos donde ella tiene una emoción (enojo), que a su vez van generando creencias (es desconsiderado y egoísta), y que a su vez generan un sentimiento (resentimiento), que es menos intenso que el enojo que pudo haber aparecido en los momentos específicos del mes, pero que es más duradero. Y mientras el enojo del momento puede haber pasado rápidamente, el resentimiento que tiene a partir de creer que es desconsiderado y egoísta tardará más tiempo en desaparecer, si es que lo hace. Muchas relaciones terminan y los sentimientos pueden no desaparecer. Al recordar a esa persona, el resentimiento puede resurgir.
Y al contrario, si ella experimenta de manera constante emociones placenteras como alegría, pueden generar creencias positivas (“es muy divertido, se preocupa por mí, me toma en cuenta, me quiere ver feliz, es una gran persona”, etc.), que a su vez se conviertan en sentimientos de agradecimiento, amor, satisfacción, etc.
Así que, las emociones y los sentimientos no son lo mismo. Sin embargo, puede surgir la duda: ¿Cuáles emociones existen? Para responder a esta pregunta, se puede tener en cuenta el concepto de “emociones básicas”.
¿Qué son las “emociones básicas”?
El concepto de “emociones básicas” se refiere a un número de emociones a partir de las cuales se componen todas las demás emociones. Según la mayoría de los teóricos, son estados afectivos, innatos, universales y distintos que evolucionaron para cumplir funciones adaptativas. Su número varía según la teoría, sin embargo, la lista más popular, a veces denominada “Las seis grandes”, fue utilizada por Paul Ekman (1969) en su investigación sobre el reconocimiento universal de la emoción a partir de la expresión facial. La lista incluye: felicidad, tristeza, miedo, sorpresa, ira y disgusto.
Ekman y sus colegas demostraron que las expresiones faciales de “The Big Six” (“Las Seis Grandes)” se reconocen con precisión en todas las culturas, tanto alfabetizadas como pre alfabetizadas, independientemente de quién las exprese: un miembro de la familia, la propia cultura o miembro de una cultura extranjera. Los hallazgos de Ekman se han replicado en varios estudios y muestran que las emociones consideradas básicas son universalmente expresadas y reconocidas, lo que –según los teóricos de las emociones básicas– sugiere que su expresión no verbal está codificada genéticamente.
Las emociones que no cumplen con los criterios de"básico" emocional se consideran "no básicas" secundarias. A diferencia de las emociones básicas, las emociones "no básicas" difieren entre los individuos porque se cree que están determinadas en gran medida por factores socioculturales. Por ejemplo, la activación de la vergüenza o la culpa está determinada por las creencias que pueda tener un individuo en una cultura, y las distinciones que hace entre uno mismo y el otro o las comparaciones sociales.
Se considera comúnmente que las emociones “no básicas” se forman a partir de emociones básicas. Por ejemplo, de acuerdo con un modelo multidimensional de emociones (como el de Plutchnik), la combinación de miedo, sorpresa produce una emoción mixta de asombro, mientras que la combinación de tristeza y asco produce una emoción mixta de remordimiento.
Para qué sirven las emociones y su función.
Alegría.
Lleva a la persona a esforzarse y persistir en la consecución de metas, y disfrutar con las actividades que realiza. Ayuda a no cerrarse ante los problemas y a repetir acciones que resulten placenteras. Facilita la interacción social. La expresión alegre puede informar a otras personas de nuestra buena disposición para mantener una relación comunicativa o interpersonal.
Tristeza.
Lleva a la necesidad de aislarnos del entorno para permitirnos reflexionar sobre nuestra circunstancia o comportamiento. Moderar nuestro nivel de activación nos permite adoptar un estado más pausado para poder examinarse a fondo y centrar la atención en uno mismo. Ser reflexivo nos brinda la oportunidad de restaurarnos, de pensar qué está sucediendo e identificar circunstancias que nos gustaría cambiar. Expresar tristeza fomenta el apoyo social. Se puede expresar mediante nuestro lenguaje verbal, expresando lo que sentimos; o con nuestro lenguaje no verbal, a través del llanto o la postura. Esto hace que los demás quieran acercarse para cuidarnos, reforzando así los vínculos sociales.
Enojo.
A menudo surge como un mecanismo cuando sentimos que estamos siendo tratados de una manera injusta, o cuando necesitamos protegernos. Puede aparecer ante la protección de bienes, creencias, derechos humanos, juicios y valores. Expresar el enojo puede ayudar a mejorar relaciones interpersonales, poniendo límites hacia nosotros mismos y los otros.
Miedo.
Puede ser considerado como una señal subjetiva que tiene como objetivo hacernos conscientes de que existe algún estímulo o situación con capacidad para producir algún tipo de daño, perjuicio o desequilibrio, tanto en el plano físico como en el plano psicológico. Nos permite poner en marcha las conductas y actividades (básicamente, la huida, la lucha o la resistencia) que estimamos oportunas para superar esa situación.
Desagrado.
La función social y cultural de la emoción de asco se encontraría enraizada en el rechazo de todo aquello que supone una amenaza a los valores y las pautas morales. Así como en los 5 sentidos del ser humano: sabores que no agradan, ruidos insoportables, sensaciones corporales, olores e imágenes; e incluso situaciones incómodas que no están en nuestro control.
¿Existen emociones malas que se deben reprimir?
Más que catalogar a una emoción como “buena” o “mala”, es más conveniente tener en cuenta dos cosas: la función o la utilidad de las emociones, y cómo se expresan las emociones. Existen distintas maneras de expresar las emociones, algunas más útiles que otras. Algunas formas de expresar el enojo, por ejemplo, pueden llevar a conflictos y problemas importantes. Y, por supuesto, existe también la opción de no expresar las emociones, reprimirlas.
Cuando las personas tienen dificultades para expresar sus emociones, sus respuestas pueden ser perturbadoras o inapropiadas dada la situación o el entorno. Pueden sentirse abrumadas por los sentimientos, sentir miedo de expresar emociones, sentirse enojadas, pero no saber por qué, sentirse fuera de control, tener dificultad para entender por qué se sienten de la manera en que lo hacen, abusar de las drogas o el alcohol para ocultar o “adormecer” sus emociones.
La represión de la emoción implica el acto de enmascarar las expresiones faciales y corporales para ocultar un estado emocional actual. Hay muchas razones por las que las personas suprimen las emociones. Puede ser para evitar un sentimiento potente o explosivo que se considera socialmente inaceptable, o para reemplazar un sentimiento incómodo por uno más aceptable. Estamos influenciados por las expectativas de otras personas en nuestras vidas. Se espera que las personas, por ejemplo, no se pasen el día llorando de tristeza en el trabajo. La sociedad moderna exige que reprimamos las emociones.
Las personas a menudo reprimen lo que perciben como emociones "negativas" como una forma de evitar la angustia. Pero la supresión emocional continua requiere esfuerzo y eventualmente este "esfuerzo" puede pasar factura. El esfuerzo aumenta la actividad del sistema nervioso simpático, lo que puede tener consecuencias nocivas para la salud. La investigación muestra que reprimir las emociones puede hacer que las personas sean más agresivas.
La investigación ha relacionado la represión emocional con la disminución de la función del sistema inmunológico. Si el sistema inmunológico no funciona correctamente, es posible que una persona se enferme con más frecuencia y se recupere lentamente. Las emociones reprimidas también pueden influir en las condiciones de salud mental, como el estrés, la ansiedad y la depresión. Estos problemas a menudo causan síntomas físicos, que incluyen: tensión muscular, dolor, náuseas, problemas digestivos, cambios en el apetito, fatiga y problemas para dormir.
La ira no resuelta también puede tener algunas consecuencias significativas para la salud. Si una persona tiene dificultades para expresar la ira de manera funcional, puede enfrentar un mayor riesgo de desarrollar alta presión sanguínea, problemas digestivos o una enfermedad cardiovascular.
La supresión expresiva por parte de una pareja, especialmente durante los conflictos, está asociado con una menor satisfacción en la relación. La supresión expresiva se asoció con una menor satisfacción en la relación. Esto también fue cierto para aquellos que expresaron sus emociones, a pesar de que su pareja habitualmente reprimía las suyas. Por lo tanto, la supresión expresiva es un "eslabón débil" en una relación, lo que significa que solo se necesita uno para hacer infelices a ambos miembros de la pareja.
Los conflictos son inevitables en las relaciones. Y aunque nunca son divertidos, en realidad pueden ayudar a fortalecer la relación si se hacen correctamente. Esto significa expresar niveles apropiados de emoción, porque resolver con éxito un conflicto implica obtener nuevos conocimientos sobre cómo se siente la otra persona sobre un tema en particular, y viceversa. Por lo tanto, cuando se trata de reprimir las emociones durante el calor del momento, se está interrumpiendo un importante proceso de comunicación.
Como conclusión, no existen “emociones malas”. Cada emoción tiene una utilidad, sirve un propósito crucial, y más que buscar reprimirlas o expresarlas como se nos dé la gana, conviene buscar las distintas maneras en que podemos expresarlas. No es fácil, pero la clave reside en buscar la manera de expresar las emociones en el momento adecuado, con la persona adecuada, en el grado adecuado y de la manera adecuada.
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