Poca energía o fatiga, dolores de cabeza, irritabilidad, insomnio, pérdida de interés por el trabajo, cambios en el apetito y el sueño, problemas digestivos, frecuencia cardíaca rápida, transpiración, baja autoestima, pérdida del deseo sexual, enfermedades frecuentes. Estos son algunos de los síntomas que puede tener una persona que sufre del síndrome de Burnout (SB), también conocido como síndrome de desgaste profesional, síndrome de sobrecarga emocional, síndrome del quemado, síndrome de quemarse en el trabajo (SQT) o síndrome de fatiga en el trabajo.
La psicóloga Christina Maslach describe al síndrome de Burnout como una forma inadecuada de afrontar el estrés crónico, cuyos rasgos principales son el agotamiento emocional (falta de energía física y mental), la despersonalización (pérdida de interés por el trabajo) y la disminución del desempeño personal (sentimientos de auto-desvalorización y reducida realización profesional).
Cabe destacar que una vez que la persona se encuentre en un estado de estrés crónico, puede presentar una variedad de síntomas adicionales, ya que el estrés laboral ha sido identificado como un factor de riesgo de hipertensión, diabetes, problemas músculo-esqueléticos en las extremidades superiores, problemas de espalda y enfermedades cardiovasculares. La fatiga y la falta de sueño están correlacionadas con las horas extraordinarias obligatorias y voluntarias y también están asociadas con accidentes laborales en trabajadores manuales. Además, aquellos que manejan niveles altos de estrés pueden correr un riesgo adicional de estrés debido a responsabilidades contrapuestas en el trabajo y en el hogar.
¿Y a qué se debe ese estrés crónico? ¿Por qué surge y por qué se mantiene?
Una respuesta breve, simple y sencilla sería que la persona ha tenido una carga de trabajo bastante alta durante mucho tiempo. Para reducir la sintomatología, se puede buscar la manera de reducir esa carga. Sin embargo, en la práctica, la respuesta no es tan fácil. Tal simplificación nos podría llevar a pensar que el trabajo es muy demandante y que la persona tendría que renunciar; o que la persona no tiene la habilidad para desempeñar ese trabajo y se tiene que buscar a alguien más competente que pueda “manejar la presión”. O que simplemente “necesita relajarse”. Mientras que es cierto que la relajación o el cambio de trabajo podrían ayudar a reducir su sintomatología, para muchas personas que sufren de estrés crónico la respuesta no es tan simple.
Algunas personas llegan a sufrir estos síntomas por una variedad de razones.
En la práctica privada con mis pacientes, me llego a encontrar casos en los que una persona trabaja demasiado porque no sabe poner límites y negarse a realizar tareas que en realidad le tocan a otra persona, y/o prefiere realizar el trabajo extra con tal de no tener un conflicto con alguien más. Otra persona puede elegir el trabajo extra, con tal de quedar bien ante los superiores y obtener su aprobación Otra persona tiene creencias muy rígidas hacia sí misma, se autoexige demasiado y no deja de trabajar hasta que todo quede perfecto. Otra persona realiza trabajo extra porque teme que le despidan si no lo hace. Otra persona atiende a demasiados clientes con tal de darle más dinero a su familia, incluso si eso implica que ya no pase tiempo con ellos y tenga conflictos con ellos por lo mismo. En otras palabras, cuando una persona tiene creencias firmes que le llevan a no poner límites y a exigirse demasiado (a pesar de las claras desventajas), no le será nada fácil dar un paso atrás y tratar de relajarse. Al hacerlo, tendrá un conflicto interno: “Debo descansar. Pero cuando trato de descansar, me siento mal conmigo mismo. Me siento culpable y frustrado conmigo mismo porque debería de estar haciendo algo productivo. Ni siquiera puedo descansar porque me la paso pensando en el trabajo”. Aunque es recomendable tratar de hacer cambios por uno mismo, también es recomendable buscar a un especialista si la persona nota que está en un callejón sin salida como este. En este tipo de situaciones, se buscará un cambio en sus creencias como parte del tratamiento para reducir su sintomatología.
Un estudio de caso
Tomemos el ejemplo de un paciente, a quien llamaré José Pérez. José llevaba trabajando 3 años para la empresa. Y tal era su rendimiento, que en 3 años lo habían ascendido 4 veces. Cada vez teniendo más responsabilidades dentro de su trabajo y con otras personas, más las responsabilidades que tenía en casa con su familia, comenzó a desarrollar síntomas de estrés y ansiedad: le costaba trabajo dormir, tenía frecuentes dolores de cabeza y espalda, notaba que se ponía nervioso y estaba muy alerta a todas horas del día incluyendo los domingos que no salía de casa, su corazón comenzaba a palpitar con fuerza cada vez que sonaba el teléfono y comenzaba a sudar, temiendo que alguien del trabajo lo buscara para pedirle algo, y tenía frecuentes molestias estomacales cuando tenía una junta en su trabajo. Meses después, el trabajo que tanto le motivaba y por el cual estaba tan comprometido en un inicio, comenzó a perder su atractivo. A José le costaba mucho trabajo levantarse de la cama para comenzar el día. Su primera reacción al despertar era suspirar y pensar “Otra vez lo mismo. Otro día de mierda”. Se peleaba constantemente con sus compañeros y su familia, le costaba mucho trabajo concentrarse y su rendimiento bajó mucho. Ante esto, José comenzó a creer que “no era suficiente” para la empresa, que él no “daba el ancho” y que “tal vez debería dedicarse a otra cosa”. Comenzaron a llamarle la atención en el trabajo por su bajo rendimiento y él sabía que si las cosas seguían así, perdería su trabajo. Todo eso, aunado a los problemas que comenzó a tener en su relación, lo llevaron a buscar terapia y comenzamos el tratamiento.
Durante el tratamiento, encontramos que José tenía creencias y autoexigencias muy rígidas: buscaba ser “siempre el mejor en todo”, tenía pensamientos todo-o-nada muy marcados: “si no soy el mejor, significa que soy un fracaso”. Y equiparaba su valía con sus ingresos y su estatus en el trabajo: “si no gano buen dinero, no soy nadie y no valgo nada. Con un buen trabajo, los demás me respetarán y admirarán”. Fue solamente a lo largo de varias sesiones que José pudo tener una perspectiva diferente y más positiva de sí mismo, lo que le ayudó posteriormente a buscar la forma de reducir la carga de trabajo que tenía (por ejemplo, delegando, o poniendo límites al tiempo que le dedicaba a un proyecto en particular, o dejando de buscar la perfección), y a relajarse (por ejemplo, dándose un tiempo para él durante el día para realizar una actividad que le ayudara a desestresarse, a descansar y a distraerse), sin sentirse culpable. Encontró que al cambiar la forma de hacer su trabajo, su rendimiento comenzó a mejorar. Mejoró las relaciones en su trabajo y solucionó los problemas que tenía con su pareja y su familia. Se dio cuenta de que llevaba sus creencias de perfeccionismo al ámbito familiar y no solo peleaba con los demás porque no hacían las cosas como él las haría, también cargaba con problemas que no eran suyos y constantemente se preocupaba y estresaba por cosas que salían de su control.
El caso de José nos sirve para ilustrar cómo se fue desarrollando su sintomatología, no solamente por la carga de trabajo y las exigencias del mismo, sino también sus creencias y autoexigencias que propiciaron una reacción de estrés y ansiedad durante un largo tiempo, que luego tuvo como consecuencia el Burnout: el agotamiento emocional, la pérdida de interés por el trabajo y la disminución del desempeño personal (sentimientos de auto-desvalorización y reducida realización profesional). En situaciones como esta, no es fácil para la persona darse cuenta por sí misma de todo esto y hacer cambios por sí misma. Por eso es recomendable buscar a un especialista si una persona tiene esta sintomatología. Sin embargo, a continuación dejo un par de recomendaciones que puede seguir una persona que sienta cantidades considerables de estrés y/o ansiedad, y quiera realizar cambios por sí misma.
¿Cómo descansar?
Es importante señalar que dormir y descansar no son lo mismo, aunque muchos de nosotros los confundimos incorrectamente. Pasamos por la vida pensando que hemos descansado porque hemos dormido lo suficiente, pero en realidad nos estamos perdiendo los otros tipos de descanso que necesitamos desesperadamente. El resultado es una cultura de individuos de alto rendimiento, alta producción, crónicamente cansados y crónicamente agotados.
De acuerdo a la Dra Saundra Dalton-Smith, el descanso debe ser igual a la restauración en siete áreas clave de su vida:
- El primer tipo de descanso que necesitamos es el descanso físico. Que puede ser pasivo o activo. El descanso físico pasivo incluye dormir y dormir la siesta, mientras que el descanso físico activo significa actividades reparadoras como el yoga, los estiramientos y la terapia de masajes que ayudan a mejorar la circulación y la flexibilidad del cuerpo.
- El segundo tipo de descanso es el descanso mental. Programe descansos cortos para que ocurran cada dos horas a lo largo de su jornada laboral; estos descansos pueden recordarle que disminuya la velocidad. También puede tener un bloc de notas junto a la cama para anotar cualquier pensamiento molesto que lo mantenga despierto.
- El tercer tipo de descanso que necesitamos es el descanso sensorial. Las luces brillantes, las pantallas de las computadoras, el ruido de fondo y las conversaciones múltiples, ya sea en una oficina o en llamadas de Zoom, pueden hacer que nuestros sentidos se sientan abrumados. Esto se puede contrarrestar haciendo algo tan simple como cerrar los ojos durante un minuto a la mitad del día, así como desconectarse intencionalmente de los dispositivos electrónicos al final de cada día. Los momentos intencionales de privación sensorial pueden comenzar a deshacer el daño infligido por el mundo sobreestimulante.
- El cuarto tipo de descanso es el descanso creativo. Este tipo de descanso es especialmente importante para cualquier persona que deba resolver problemas o pensar en nuevas ideas. El descanso creativo despierta el asombro y la maravilla dentro de cada uno de nosotros. Permitirse disfrutar de la belleza del aire libre, incluso si es en un parque local o en su patio trasero, le proporciona un descanso creativo. Pero el descanso creativo no se trata simplemente de apreciar la naturaleza; también incluye disfrutar de las artes. Convierta su espacio de trabajo en un lugar de inspiración, mostrando imágenes de lugares que ama y obras de arte que le hablan.
- El quinto tipo es el descanso emocional. lo que significa tener el tiempo y el espacio para expresar libremente tus sentimientos y reducir la necesidad de complacer a los demás. El descanso emocional también requiere el coraje de ser auténtico. Una persona emocionalmente descansada puede responder a la pregunta "¿Cómo estás hoy?", con un sincero "No estoy bien", y luego comparte algunas cosas difíciles que de otro modo no se dirían.
- Si necesita descanso emocional, probablemente también tenga un déficit de descanso social. Esto ocurre cuando no logramos diferenciar entre aquellas relaciones que nos reviven, de aquellas relaciones que nos agotan. Para experimentar un mayor descanso social, rodéese de personas positivas y solidarias.
- El último tipo de descanso es el descanso espiritual. Que es la capacidad de conectarse más allá de lo físico y lo mental y sentir un profundo sentido de pertenencia, amor, aceptación y propósito. Para recibir esto, participe en algo más grande que usted mismo y agregue la oración, la meditación o la participación comunitaria a su rutina diaria.
¿Para qué y cómo poner límites?
Puede ser difícil establecer límites dentro del lugar de trabajo, especialmente cuando la persona ve que sus colegas no ponen límites. Incluso puede haber una cultura de “heroísmo”, o autosacrificio y empujarse al límite para ganar atención y respeto. Se necesita valor para abogar por uno mismo, y la persona puede sentirse egoísta o incluso débil. En realidad, el autocuidado es lo opuesto al egoísmo o la debilidad: se puede hacer mejor servicio a la organización, a los colegas y a aquellos a quienes se cuidan, si se establecen buenos límites y si la persona se cuida a sí misma para que pueda hacer su trabajo de manera consistente y sostenible.
Se pueden realizar varios cambios para reducir el nivel de desgaste emocional, ya sea a nivel personal o en lo laboral. En el trabajo, lo ideal sería limitar la agenda laboral: que la persona logre diferenciar de forma clara la vida profesional de la vida personal, se trabaje el autocontrol frente a la presión laboral, que la persona trate de no implicarse emotivamente, que la persona aprenda a poner límites a la sobrecarga de trabajo a través de la organización del tiempo sin dejarse distraer por reuniones, llamadas, etc, y tome vacaciones o días de descanso tras un esfuerzo prolongado, independientemente de los resultados obtenidos y asegurarse de que se desconecte completamente del trabajo durante este período para que pueda volver al trabajo revitalizado.
De las estrategias anteriores, la más difícil puede ser el decir “No” y evitar sobrecarga de trabajo. Para la mayoría de las personas, decir que “No” no es algo natural. La persona se siente mal por decepcionar a un colega, culpable por rechazar a su jefe y ansiosa por negar la solicitud de un cliente. El problema es que aceptar trabajar en demasiadas tareas y participar en demasiados proyectos te deja estirado y estresado. Decir “No” es vital tanto para su éxito, como para el éxito de su organización. A continuación se presentan algunos puntos a tomar en cuenta que ayudarán a decir “No” de manera efectiva:
Evaluar la solicitud.
Antes de responder con un “No” instintivo, piensa en lo que tienes en tu plato, si las prioridades se pueden barajar o si un colega podría intervenir para ayudarte [en tus otros proyectos]. Proporciona a la persona que realiza la solicitud, ya sea un cliente, un compañero de trabajo o su gerente, un “contexto” sobre tu carga de trabajo para que pueda "ayudarlo a evaluar la escala y el alcance" de lo que está solicitando. Necesitas saber, por ejemplo, “¿Es esto algo pequeño que no tomará mucho tiempo? ¿O es un proyecto a más largo plazo? ¿Y qué tan importante es?” El objetivo es que entiendas “cuánto le va a costar a la otra persona decir que no” y que su contraparte capte las “repercusiones de lo que está pidiendo”.
Ser directo.
Si te das cuenta de que no tienes ni el deseo ni el ancho de banda para ayudar y, por lo tanto, necesitas rechazar la solicitud, sé honesto y directo acerca de tus razones. Con demasiada frecuencia, las personas comienzan con razones livianas y retienen la verdadera razón por la que dicen que no porque piensan que es demasiado pesada. Pero las pequeñas explicaciones no son persuasivas y se descartan fácilmente. O dan la impresión de ser falsas. Para limitar la frustración, sé sincero acerca de por qué dices que no. Mantente firme, claro y en el mensaje. Puedes describir tu carga de trabajo y los "proyectos en tu plato" diciendo algo como "No podría hacer un buen trabajo en su proyecto y mi otro trabajo se vería afectado".
Ofrecer un salvavidas.
Para mantener una buena relación con la persona a la que rechazas, es fundamental “reconocer al otro lado”. Sé empático. Sé compasivo. Es posible que desees ofrecer un salvavidas preguntando si hay "pequeñas formas en las que puedo ser útil" para el proyecto. Tal vez puedas asistir a sesiones de lluvia de ideas, leer los primeros borradores o dar consejos. Incluso al decir que no, es posible que desees “transmitir espíritu de equipo”. Si no puedes ofrecer pequeños favores, asegúrate de tener en cuenta la óptica del lugar de trabajo. Si dices que estás demasiado ocupado para ayudar, no te vayas temprano y que no te vean tomando descansos largos y teniendo conversaciones largas con otras personas.
No seas malo, pero no seas demasiado amable.
La manera en que dices que “No” es muy importante. No hagas que la otra persona se sienta mal por pedirte ayuda. Sin suspiros, sin muecas, sin decir “no es mi turno, ¿por qué no le preguntas a tal?”. Sé amable, pero firme. Cuida tu tono y tu lenguaje corporal. No arrastres los pies y no uses expresiones faciales para expresar desgana o objeción. Esfuérzate por un “No” neutral. También es vital que no dejes a la otra persona con la falsa esperanza de que su “No” eventualmente se convierta en “Sí”. Hay una tremenda tentación de suavizar el “No” para obtener una mejor respuesta. Pero cuando tu “No” es reacio, flexible y maleable, da la impresión de "tal vez cambie de opinión" y alientas a tu contraparte a seguir presionando. Al mismo tiempo, es razonable afirmar que si bien la respuesta hoy puede ser no, las cosas podrían cambiar en el futuro.
Ajusta tus expectativas.
Incluso si sigues todos los pasos anteriores, debes prepararte para recibir comentarios negativos. Tu colega o cliente puede no estar contento; puede castigarte o estar perfectamente contento con terminar una amistad. En primer lugar, no debes leer demasiado sobre la reacción inicial del buscador de ayuda: es probable que se sienta frustrado. Pero puede que no sea personal. No asumas que se enfadará contigo durante tres semanas.
Por otro lado, es importante recordar que puedes influir en cómo reacciona la otra persona, pero no puedes controlarlo. No puedes complacer a todos. No lo mires como una elección entre la confrontación y la preservación de una relación.
Practica.
Para mejorar en decir No, práctica decirlo en voz alta, ya sea solo, a puerta cerrada o con un amigo o colega de confianza, escúchate a ti mismo. Tu tono debe ser claro y tu comportamiento diplomático. Quieres decir “No” de una manera que haga que la gente te respete. Decir “No” es una habilidad que puedes aprender y eventualmente será más fácil. Piensa en todas las personas que tienen que decir “No” para ganarse la vida: abogados, policías, árbitros, jueces. Lo hacen con dignidad. Son dueños de lo que están diciendo. Y son responsables de ello independientemente de los fuertes sentimientos de ambos lados.
Referencias bibliográficas
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- QUICENO, JAPCY MARGARITA, & VINACCIA ALPI, STEFANO. (2007). BURNOUT: "SÍNDROME DE QUEMARSE EN EL TRABAJO (SQT)". Acta Colombiana de Psicología, 10(2), 117-125.